Que están fuera de control; eso pasa. ¿Por qué?
Todos son rápidos para desgarrarse las vestiduras por “los pobres chicos que están tan solos y nadie se ocupa de mostrarles un futuro mejor”, ¡oh pobres chicos! Pobres ovejitas descarriadas que desconocen inocentemente ninguna realidad mejor que salir a la calle a delinquir.
No cabe emplear términos benevolentes para explicar esto, como lo sería acusar que ese ‘abandono’ a la juventud se ha venido dando, con las consecuencias que hoy vemos con sólo atender el informativo, porque ‘nadie hace nada y todos miran al costado resignadamente’.
NO.
Esto no pasó porque “nadie hizo nada” o “abandonó a estos oh pobres inocentes”; esto pasó, pasa y sigue pasando precisamente por lo que se hizo, y que se hizo MAL.
Leyes que protegen al delincuente sólo porque “es menor”, como si ello le eximiera de del conocimiento y cumplimiento de las normas más básicas de respeto, esfuerzo y dignidad. Nadie con dos dedos de frente – como están las cosas quizás debamos estirarlo a uno – puede aducir sinceramente que un criajo de 11 años “no sabe lo que está haciendo” cuando amenaza a alguien con una navaja para rapiñarle (eso solamente cuando no da un paso más allá y la usa efectivamente). El que quiere delinquir como adulto, que sea juzgado como un adulto. Los mocosos se apuran a exigir y abusar de los derechos pero tienen miedo de estallar en llamas a la sola mención de las correspondientes obligaciones.
Leyes que, cuando se dignan a dictar alguna pena, lo hacen con una flexibilidad que en poco y nada se diferencia a decirle al nene “¡No, no, no! ¡No hagas eso que está mal! Por esta vez pasa pero no lo vuelvas a hacer, ¡porque mirá que está muy mal lo que hiciste!”. Cri, cri, cri… bien igual, se valora esfuerzo, siga participando. Los chiquilines hacen hoy día lo que quieren y cometen delitos de adultos porque SABEN que pueden hacerlo impunemente, que nadie los va a detener más allá de una amonestación y de “devolverlos a sus responsables”, que en caso de que se les dicte alguna pena la misma no va a pasar de unos meses en alguna dependencia del INAU, y que siempre queda la posibilidad de fugarse sin mayores consecuencias. Nuevamente: quien delinque como adulto, que sea juzgado como adulto; porque nadie comete una rapiña a mano armada o un delito de sangre sin saber perfectamente lo que estaba haciendo. Llegado el punto en que sea uno tan poca cosa que no sepa comportarse por una cuestión de calidad humana, al menos quienes sí lo hacen deberían tener la garantía de que la ley los ampara a ellos y no a los transgresores.
Leyes que castigan a los responsables que disciplinan a sus hijos y dejan ir impunemente a aquellos que ni siquiera le preguntan a los chiquilines qué estaban haciendo en la calle durante el horario de clase (o en la madrugada como me he cansado de verlos en las esquinas tomando alcohol). Esto no se trata de darle a un chico una paliza que lo deje inválido; se trata de la corrección justa y necesaria sin la que los menores acaban asumiendo el libertinaje no solamente como algo de lo más natural, sino como su derecho. Un poco de sentido común: ninguno de nosotros ha crecido oh tan irremediablemente traumado e invalidado socialmente sólo porque una o dos veces en la vida nos dieron un bife en la mano por tocar el enchufe o una nalgada por contestarle una grosería a los adultos. La sobreprotección no ayuda a nadie: ni a esos chicos que salen a rapiñar con 11 años ni a las víctimas que no pueden defenderse porque la ley ampara a los pequeños delincuentes; y la Policía, se desempeñe todo lo bien que se desempeñe, nada puede hacer sino detenerlos para su posterior liberación. Ni hablemos de las víctimas que se defienden, aumentando así considerablemente sus probabilidades de terminar en prisión si “el chico sale lastimado”. Es así, PUNTO.
Y el asunto es todavía muchísimo más complejo que solamente esto, porque la ley no falla más de lo que fallamos nosotros mismos desde el momento en que empezamos a ver esto de la misma manera que esos chiquilines: como algo natural y aceptable, con resignación.
NO.
NO es normal que un chiquilín de 11 años salga a delinquir impunemente y encima pueda arrogarse el derecho a decir “soy menor, no me podés tocar” con plena conciencia de que tiene la razón; NO es normal que por corregirlos a sus responsables o a quien sea se le pueda presentar una denuncia por “maltrato infantil”; NO es normal que un adolescente que participó, sino como autor directo como cómplice, del asesinato de un indigente, “sea devuelto a sus responsables” así nada más en lugar de encerrarlo para que cumpla una pena de adulto por un crimen de adulto.
Fallan aquellos que los educan y los tratan permisivamente como “adultos chiquitos” dotados de un libertinaje prácticamente absoluto, y después ponen el grito en las nubes cuando se los frena porque “son sólo unos pobres chicos sin conciencia de lo que hacen”, que el problema está en que “no les damos suficiente amor y comprensión”… oh sí, amor y comprensión: no me lo digas a mí, decíselo al mocoso que te rapiña con una navaja en la mano (o con un revólver, que no es poco común). ¿Sobreproteger y consentir es ahora una solución? NO: es lavarse tranquilamente las manos, ni más ni menos que eso. El amor corrige cuando debe por el bien de quien se ama, para que este tipo de cosas no pasen y el ser amado no se degrade a menos que un animal rabioso; y la comprensión no apoya el libertinaje como medio para lavarse las manos de tomar una decisión firme, sino que identifica el problema y hace lo que tiene que hacer para solucionarlo, para poder prevenir antes que vernos obligados a idear algún modo de extirpar este cáncer social.
Por cosas como esas hemos llegado a la lamentable, aunque por lo demás perfectamente comprensible (y en lo personal compartida), opinión de que cuando un menor que intentaba trepar una reja para entrar a una casa es muerto de un disparo, sin que se encuentre al autor del mismo, los vecinos se encogen de hombros y responden “mejor así; es un delincuente menos”.
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Una muy cierta verdad que lamentablemente se encuentra en todas partes del mundo y que pese a todo la legislación no toma en cuenta con la seriedad debida aunque eso no sea nada de extrañar, es una estupidez pensar que alguien menor a la mayoría de edad no sabe lo que hace, lógicamente que lo sabe, así sea influenciado por alguien su propia humanidad y las enseñanzas tomadas de sus padres o de su mismo entorno tienen que hacerle pensar en las consecuencias de sus actos.
ResponderEliminarEn fin, estoy completamente de acuerdo con lo que escribe.
Saludos
¿Quienes son los radicales y quienes los moderados en Uruguay?
ResponderEliminarPequeñísima introducción: Habitualmente, podría entenderse como poseedor de una posición política más radical a aquellos partidos o personas que toman un modelo económico y social determinado y quieren aplicarlo sin las matizaciones o sin la flexibilidad que la realidad impone. Un persona que quiere aplicar a full la teoría de la mano invisible de Adam Smith, sin tratar de discernir diferentes situaciones donde el estado u otro tipo de organización podría eventualmente intervenir para equilibrar las relaciones de mercado, podría ser catalogado como extremista. También alguien que cree que el estado es la única posibilidad para organizar la economía y no confía en la espontaneidad y en las iniciativas de la sociedad civil para desarrollar las relaciones comerciales, podría ser igualmente tildado de extremista.
Este patrón de referencia o eje ideológico para simplificar y determinar donde se coloca un partido o persona es útil pero, aquí en Uruguay, debido a sus singularísimas características, debería compartir la importancia con otros. Un espectro o eje de Mitología o necedad donde los políticos se ubican según si son moderados o radicales en su nivel de mitología en la reproducción del discurso que ofrecen y según la necedad en sus afirmaciones. Por ejemplo, si el director de la oficina de planeamiento y presupuesto dice (no sé cuando lo dijo pero vi que lo decía) que Uruguay tiene un “estado moderno y que paga bien”, nos encontramos ante un radical extremista en el espectro de la mitología en la percepción de la realidad. Supuestamente, en el espectro ideológico, podríamos decir que es de centro- izquierda, no obstante en el espectro de la mitología es un radical mesiánico casi al nivel de los jermeres rojos de Camboya. Una persona que, a pesar de que los profesores y los policías ganan lamentablemente poco mientras los servidores de café, porteros de organismos con cuña y ascensoristas ganan mucho, (además de millones de ejemplos de aberraciones más) afirma que el estado uruguayo es “moderno y paga bien” es porque, evidentemente, o es un hipócrita (si dice eso y piensa otra cosa) o es un extremista mitómano (si dice lo que piensa.). Me parece, que no hay por qué atribuir malas intenciones o deslealtad a priori, por lo tanto, es un extremista sincero. Más de una vez he escuchado a Mujica hablar de la falta de capacidad intelectual y de preparación que tienen los uruguayos en la competencia que significa la globalización y, sobre todo, del complejo de inferioridad que los azota, cuando se comparan con otros países y otras sociedades, sobretodo. Es bien claro, si te crees que sos inferior, no vas a poder hacer nada, por más que, objetivamente, pudieras tener las mismas capacidades para salir adelante que cualquiera. Es así, entonces, que se desarrolla la cultura de la mediocridad, de la necedad y de la envidia y, por lo tanto, como reza el viejo adagio, “la envidia es una declaración explícita de inferioridad”. Mujica, supuestamente, viene de una izquierda más clásica que Rubio pero tomando ciertas frases que han dicho uno y otro, en términos del eje mitológico o de necedad, Rubio podría parecer más radical que Mujica siendo que Mujica es más radical en el eje ideológico. No me olvido, que en el fuego electoral, Mujica dice estupideces como “el que entiende inglés se siente más seguro con Astori que conmigo” o “él me va a jugar con Carrasco y yo con la Teja y el Cerro”…
Acá en Uruguay es así, lamentable pero es así, en el fuego electoral tenés que bajar y decir frases rimbombantes y fuertes para que puedan entrar y mover los cerebros endurecidos por la ignorancia mientras que, fuera del marco electoral, Mujica puede decir frases más o menos como… los neozelandeses nos superan en educación y capacidad intelectual, no en condiciones naturales… o cuestiones por el estilo que muestran que también sabe encajar algunas afirmaciones certeras.
ResponderEliminarPor todo esto, estas elecciones son tan difíciles, porque nada es lo que parece. Un mujica te encaja lo de La teja contra Carrasco y te pone del otro lado del mostrador si sabés inglés y el otro Mujica te encaja que hay que empezar a educar porque ahí es donde los demás países nos sacan ventajas y que el país que le gustaba llamarse a sí mismo la suiza de América fue un cuento chino. ¿Entonces, cual es Mujica? ¿Cuál comprás al final? Es difícil decidir. Y, para terminar, un político que supuestamente es proveniente de una izquierda moderada te encaja un discurso celestial y divino (en el sentido de proveniente de una Deidad) que no lo podés creer por el componente de necedad y la falta de respeto hacia los contribuyentes. Entonces, ¿Cómo definir en base a qué decidís quién es más extremista y quién más moderado? El espectro ideológico es una forma de ubicarlos, pero sin duda, no puede ser la única. El espectro o eje mitológico o de necedad puede ser una ayuda más para analizar el discurso político de un peculiar país como Uruguay. Sería difícil de implementar como un indicador empírico por la subjetividad que implica su propia construcción, pero bueno, en todo caso, todo es relativo así que no hay excusa en su subjetividad para abandonar la idea.