Saludos, mortales. A ustedes vuelvo después de una prolongaaaada ausencia y de un examen del que todavía no se sabe si aprobé o reprobé, y a mitad de una racha de paros en la fuckultad que me tienen acá boyando con algo de tiempo para levantar un poco el pobre blog, que andaba tirado por la vida.
Hoy me toca atestiguar a voz en cuello que lo que sale en las películas y en algunas propagandas de jabón en polvo después de todo SÍ es verdad: el paradigma del electricista divino que viene a revisar un desperfecto X en tu casa resultó ser cierto, y para variar, también resultó ser cierto el postulado murphynesco (si no lo escribió lo pensó seguramente el muy infeliz) de que una NUNCA está presentable cuando estas maravillas de la vida cotidiana suceden - no sé si pueda decirse de mí que de hecho estoy presentable en alguno de los 365 días del año pero eso ya es otro tema.
Todo empezó como una agradable conversación de vecinos, cuando el timbre sonó en el apartamento y Mefista se tomó el ascensor con el respetable señor vecino, a quien también había sonado el timbre. Y cuando Mefista llega al hall *chan chan channnn*... ahí estaba esa maravilla rubia de acento canario, que había tocado accidentalmente el timbre en el 1201 de Mefista y después en el 1202 del vecinín.
Sialorrea psicológica mientras el ascensor subía. El señor vecino y el bombonazo entran al 1202.
Mefista sigue en lo suyo, y en eso el timbre del apartamento vuelve a sonar: Mefista abre la puerta y ahí está el electricista para 'aprovechar y ya revisar también tu teléfono'.
Sialorrea elevada a la quinta potencia mientras el buen muchacho hacía diligentemente su trabajo y me daba charla sobre influenza A, el curro de las farmacéuticas, elecciones nacionales e insistiendo en que llamáramos al servicio si habían desperfectos con algo (seeeh seh, te creo y todo que voy a tener tan buena suerte de que venga él de nuevo). Después de un rato que como todo buen rato pasa más rápido de lo que a una le gustaría, Mefista acompaña al rubio divino hasta abajo porque el bendito portero (gracias, Dios) no trabajaba hoy y alguien tenía que abrirle la puerta.
Fin de la historia (por más que me quiera tirar de los pelos y saltar por el balcón).
Pasa en las películas, pasa en la vida... pasa en el 1201 del edificio Porto Bello. Si a partir de ahora empiezan a saltar fusibles sin explicación aparente (obviando los poltergeists) o alguien incendia un electrodoméstico y no fue Victoria, ya saben qué y de quién sospechar.
viernes, 19 de junio de 2009
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