La especie humana brilla por su facilidad para lograr imposibles. Entre otras, tenemos una pasmosa facilidad para ahogarnos en donde uno generalmente no busca por más de calmar la sed: un vaso de agua. Un afecto indudablemente curioso por los recipientes de dimensiones reducidas, extrapolable desde ese recipiente de cristal a uno un poco más grande, constituido de tejidos orgánicos.
Ay, chiquito... ¿en qué momento se te ocurrió que algo tan grande como "todo" podía caber en una diminuta fracción?
¿Ves a ese hombre de la imagen? Está enjaulado dentro de sí mismo, dentro de su sobrevalorado recipiente con fecha de caducidad. La culpa es suya y únicamente suya por haber elegido vivir encerrado dentro de sus propios huesos, donde no puede correr libre hasta la extenuación y donde sus ojos no pueden ver más allá de un esternón o una parrilla costal. No hablemos de los pobres desdichados que, en un arrebato de desatino puro, arrojan la llave demasiado lejos como para poder alcanzarla cuando empiezan a sobrevenir los primeros calambres de su diminuto encierro. Velo aferrarse con desespero terrible a la prisión, temeroso de todo lo que existe fuera de ella y que no puede entender; pues su entendimiento no llega ni desea llegar más lejos que eso.
¿Ves la descarnada sonrisa del carcelero, sus cuencas vacías, su cabeza descansando relajadamente y con expresión de satisfacción? Ese es Mefistófeles que sonríe. Es Mefistófeles invitando, Mefistófeles que sabe que no importa el número o las estrechas dimensiones, siempre hay espacio para uno más.
Es impresionante lo deliciosamente sencillo que suele resultarle el salirse con la suya. Uno a uno, todos hacen fila (a veces incluso se abalanzan los muy impacientes) para poder entrar y quedarse allí, en esa diminuta celda de osamentas donde nada que sea más grande que ellos puede entrar.
No digamos lo trabajosamente difícil que puede resultar el llevar a cabo lo imposible, cuando en lugar de la generosa vastedad de todo un universo nos obstinamos en permanecer dentro de una celdilla no mucho más grande que nosotros mismos. Los triunfos de la especie humana - los verdaderos y más grandes triunfos -, no caben ahí dentro.
(...) Y, de repente, escuchamos una voz que gritaba: "Éste es el mar. Éste es el profundo mar. Éste es el vasto y poderoso mar". Y cuando alcanzamos la voz, era un hombre de espaldas al mar y sosteniendo cerca de su oreja un caracol marino. Oía así el murmullo del mar.
Y mi alma dijo: "Dejémoslo. Es el realista. El que vuelve su espalda a todo lo que no puede abarcar con su mente y se conforma con un fragmento". - Khalil Gibran ("El Loco")
La ingenua arrogancia de algunos con demasiada autoestima llega a ser hilarante.
Debo confesar que estaba ansiosa por leer algo nuevo que escribiera, desde el momento en que me tope con su blog no pude evitar clavarme en él, me ha hecho reír y también meditar, como el pasado comentario que le deje en la entrada sobre los "niños" criminales, es algo difícil encontrar este tipo de sitios tomando en cuenta lo cómodo que es no pensar.
ResponderEliminarAhora con este nuevo escrito has invitado una vez mas a cavilar, cierto que el ver más haya de lo que se presenta ante ti es incomodo y el ser humano, entre todo lo que teme, es al dolor y la impotencia, ¿que hacer con la verdad? ¿Como sobrevivir a ella? esas pueden ser las preguntas y aunque las personas se lo cuestionan, si nosotros mismos también nos lo preguntamos, es sencillamente más fácil huir y cubrirse los ojos, no respirar, no oír, simplemente pasar de aquello, vivir con la realidad que se construyen a base de ignorancia y temor, una capa como burbuja que los aleja de lo que no quieren captar o que simplemente, no han pensado que exista.
Felicidades por el ensayo, ha quedado genial y le dio un toque especial que hayas puesto un fragmento de una obra de Gibran, amor de mis amores.
Saludos, Nightmare (Alejandra)
Pero también podría decirse que todas las personas vivimos en una cárcel o encerradas en un cuerpo, que posee limitaciones, pero pienso que esta en cada persona salir de ese encierro y luchar por vivir libremente. Creo que las personas que viven en el encierro, pensando que no pueden ser tocadas, que están a salvo y que sin hacer nada pueden tener de igual forma todo... son cobardes... creo que es necesario que cada persona luche por salir... salir del encierro... no que lo aguante esperando que todo mejore sin hacer nada.
ResponderEliminarQué bueno que te haya gustado la nota, Alejandra. Siempre anima muchísimo a seguir escribiendo cuando se leen esos comentarios. Ni que decir: Khalil Gibran es un exponente brillantísimo del pensamiento profundo plasmado con belleza. Es un lujo leerlo, amé especialmente "El Loco" y "El jardín del profeta".
ResponderEliminarArceus: muy cierto, aunque yo me refería más a las limitaciones autoimpuestas que a aquellas con las que nacemos inherentemente a nuestra naturaleza. Una de esas limitaciones, así la considero, es la de la razón pura. Hay que ser humildes en ese sentido: nos quedamos cortos para ser medida y justificación de todo; y no hay necesidad forzosa de entenderlo todo para saber valorarlo. El hombre de siglos antes usaba la levadura con el conocimiento empírico de que esta fermentaba la cebada para producir la cerveza; valoraba ese conocimiento sin saber exactamente cómo funciona paso por paso el metabolismo anaerobio hasta la última molécula. No era menos valorable ese conocimiento sólo porque entonces no se entendía.
Muy bueno tu blog por cierto, estuve leyendo tus entradas. En lo que pueda las comento como se debe, tengo que rajar para facultad en algo así como menos de 5 minutos.