¿A los pobres pies quién les dispensa tantas atenciones como, por ejemplo, a la cara o a las manos o a la panza? Manicura allí, baño de crema allá, etc. Pero los pobres pies no ligan ni un mísero masaje las más de las veces.
Para quienes le hacemos el aguante a los responsables de sostenernos en cada paso que damos, los que aprovechamos cualquier oportunidad para dejarlos libres así sea un día de frío polar o de sol que raja la tierra, les comparto esta nota que vi enlazada en el Facebook de algún contacto. Estos australianos sí que saben, che.
Libérate: quítate los zapatos, como los australianos.
Por ARRITXU ETXANIZ (SOITU.ES)
Actualizado 26-04-2009 19:22 CET
Actualizado 26-04-2009 19:22 CET

Supongo que dichos que se repiten en la niñez como que ‘los catarros se cogen por los pies’, quedan implantados en el cerebro y hacen difícil que uno se acostumbre a andar descalzo, por mucho que esto parezca la norma por estos lares. Y es que a los australianos les encanta andar sin zapatos, no sólo dentro de casa, sino por la calle, en el supermercado, subiendo al monte, incluso a algunos los he visto hasta conduciendo.
Hay que decir que el vestido ‘casual’ australiano dejaría un poco que desear a los de Vogue. En muchos casos la ‘ropa de domingo’ es más bien la que uno elegiría para andar por casa: cómoda, sencilla y con una mancha o un roto de propina. Aunque a esto uno se hace y piensa eso de ‘ande yo caliente…’, la primera vez que vi a un hombre descalzo, en pantalones de lona cortos descoloridos y camiseta blanca de tirantes en una estación de tren pensé que era algún pobre. Luego te empiezas ya a fijar y ves a otro mejor vestidito sin zapatos en el centro comercial de compras o entras en un aula y la profesora te recibe con una sonrisa y sin calzado. Si bien parezca locura, a algunos los ves caminando por el pavimento pisando usted vaya a saber qué y a qué temperatura. Generalmente, tienen las plantas de los pies hechas un asquito de sucias y supongo que bien curtidas, ya que parecen inmunes a lo que a mí me haría ir dando brincos.
Si vas a casa de alguien, muchas veces encontrarás una pila de zapatos a la entrada. Entonces hay que 'averiguar' si esperan que te quites los tuyos o si no les importa. Si tienen moqueta, en el noventa por ciento de los casos yo diría que esperan que te los quites. Si es madera y llevas zapatos de tacón o botas, recomendable también. Si es baldosa, como te parezca. Yo la verdad es que siempre he pensado que tengo unos pies feísimos, así que prefiero no quitármelos. ¿Debería? Según los expertos, sí. Lo único que nos dan son problemas. Callos, juanetes, espolones, uñas encarnadas, todos son resultado de la frustración de nuestros pobres pies encerrados en estas cárceles con tacón. Incluso el ‘pie de atleta’, enemigo público número uno contra el que se intenta combatir con un sinfín de polvitos y cremas diarias, se rinde enseguida al simple contacto con el aire libre.
Nadie ha afirmado nunca que los zapatos de tacón de aguja sean cómodos. Sabemos que hay situaciones en las que el confort es un lujo superfluo. Pero ¿qué pasa con todas las cámaras internas de aire, las microburbujas, los amortiguadores o las almohadillas que, nos dice Nike, nuestros infortunados pies requieren para ser felices? En realidad, son los zapatos los que hacen que los necesitemos para nuestros pies. Éstos alteran la forma en que caminamos. Constriñen los dedos en vez de darles una base amplia en que apoyarse. La suela sólo puede ser flexible hasta cierto punto, así que la punta siempre termina en una curvatura más o menos pronunciada para compensar esta falta y proporcionar un pseudomuelle para poder dar el siguiente paso. Levantamos entonces los pies más de lo necesario y, por lo tanto, necesitamos el tacón para no hacernos daño cuando el talón entra en contacto con el suelo otra vez. En fin, la pescadilla que se muerde la cola.
Por otro lado, comparemos este martirio con el placer que uno siente al quitarse los zapatos al final de un día de andar de aquí para allá, o la conexión casi espiritual que se siente con la naturaleza al andar descalzo por la hierba mullida en un día soleado. Considerando que cada pie tiene más de 7.000 terminaciones nerviosas y que, según la reflexología, existen puntos que se corresponden directamente con otras áreas del cuerpo, en vez de anquilosarlos en una cámara de tortura, creo que voy a liberarme y andar descalza siempre que pueda. ¡La de dinero que me voy a ahorrar!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
§å¥ å Þrå¥εr