domingo, 16 de mayo de 2010

De la sed de aprender y la vocación de enseñar


Inspirada por un precioso discurso de graduación desempolvé este pedacito del Galileo Galilei de Bertolt Brecht, obra con la que tuve mi primer contacto con motivo de una conferencia que nos dictaron allá por 2007 en la facultad de Medicina, precisamente relacionada al saber científico. El disertador en cuestión era un actor de la Comedia Nacional si mal no recuerdo, y cerró su conferencia con el siguiente extracto del Galileo de Brecht por su profunda voluntad reflexiva, que nos invita a plantearnos los ineludibles por qué y para qué de la ciencia investida de sus múltiples advocaciones, de la que tantos se llenan la boca y tan pocos saben realmente de dónde y hacia dónde nos lleva.

"¿Para qué trabajáis? Mi opinión es que el único fin de la ciencia debe ser aliviar las fatigas de la existencia humana. Si los hombres de ciencia, atemorizados por los déspotas, se conforman con acumular saber por el saber mismo, se corre el peligro de que la ciencia sea mutilada y que vuestras máquinas sólo signifiquen nuevas calamidades. Así vayáis descubriendo con el tiempo todo lo que hay que descubrir, vuestro progreso sólo será un alejamiento progresivo de la humanidad. El abismo entre vosotros y ella puede llegar a ser tan grande que nuestras exclamaciones de júbilo por un invento cualquiera recibirán como eco un aterrador griterío universal. Yo, como hombre de ciencia tuve una oportunidad excepcional: en mi época la astronomía llegó a los mercados. Bajo esas circunstancias únicas, la firmeza de un hombre hubiera provocado grandes conmociones. Si yo hubiese resistido, los estudiosos de las ciencias naturales habrían podido desarrollar algo así como el juramento de Hipócrates de los médicos, la solemne promesa de utilizar su ciencia sólo en beneficio de la humanidad."

Que la enseñanza y la investigación no sean nunca reducidas a un mero acúmulo de conocimiento sin propósito ni dirección, ni se vendan al mejor ni peor postor. La ciencia no es el fin en ni de sí misma, sino la herramienta que nos ha sido confiada a los seres humanos para ser usada en beneficio de nuestros iguales en aras de la verdadera y única finalidad, que así concebimos quienes depositamos nuestro esfuerzo y nuestras esperanzas en la bella idea esgrimida por el Estagirita: felicidad.

Deberíamos hacer el conformismo a un lado más a menudo y poner, como otrora Galileo, los ojos y las esperanzas tan alto y tan lejos como las estrellas en un universo de posibilidades abiertas a la infinita curiosidad humana.

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